

Jóvenes, delgadas, abundantes senos, piernas largas, labios sensuales y eterna y complaciente sonrisa: la imagen pública de la mujer
MI compañera de trabajo y coordinadora de este suplemento, Angélica Cuenca, me sugiere que escriba un artículo sobre la imagen de la mujer. Me pongo manos a la obra y empiezo a pensar cuál es esa imagen.
EN primer lugar, siempre hablamos de “la mujer” como si fuera una entelequia, una cosa irreal… y nosotras las mujeres, somos una pluralidad de personas. Del mismo modo, no debería hablarse de la imagen, sino de las imágenes que presentan las mujeres de hoy.
SIN embargo, como muchas de las consideraciones que se hacen de lo femenino, la imagen de la mujer viene construida tradicionalmente por miradas masculinas, y estas miradas nos clasifica fundamentalmente en dos categorías, la joven, guapa y sexualmente atractiva y la mujer madre, mater amantísima, que deja su identidad personal en el camino de la crianza y de la educación de la prole. Admirable. Entregada. Madre solo hay una. Siempre al servicio de su familia y de los hijos e hijas de sus hijos e hijas… por siempre jamás.
LUEGO está la mujer bella, joven, siempre joven… el adorno perfecto para el coche de lujo, el trofeo del pureta ricachón, la conquista segura de aquél que se perfuma con colonia viril…
ESTA es la imagen más recurrente que las mujeres nos hemos acostumbrado a asumir. De ahí que muchas de

DE esta manera nos embarcamos en una transformación de nuestras caras y nuestros cuerpos (¿os acordáis de aquel programa llamado “cambio radical”?). Así que mejor jóvenes, delgadas pero con abundantes senos, piernas largas, labios sensuales y eterna y complaciente sonrisa…
EL otro día en la ‘pelu’, donde estaba poniendo a punto mi imagen personal (porque tengo que decir que en cierta medida también soy víctima de los cánones impuestos…) leí en la sección de belleza de una revista del corazón que rizadores, tenacillas y planchas para el pelo pueden convertirse en tus mejores amigas…
BUENO -pensé- siempre podrán consolarme de la aparición de las arrugas de fisura que aparecen en mi rostro a partir de los cuarenta, según rezaba el anuncio de una crema en la página siguiente… (no sabía que en mi cara hubiera movimientos geológicos capaces de originar fallas tectónicas como la de San Andrés).
ASÍ que cerré la revista y me puse a charlar con mi peluquera, rubia también como yo, de la situación financiera actual, de las agencias calificadoras de la deuda, de la especulación de los mercados y la volatilidad bursátil… quizás estaba poseída y no era yo…ya se sabe: las rubias son tontas; si no, que se lo pregunten a Hillary Clinton…
PUEDE ver aquí anteriores publicaciones de Mujeres / EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com
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