Las generaciones se critican entre ellas, la anterior ve como un peligro a la siguiente, nos cuesta ceder el testigo, sobre todo nos cuesta aportar formando equipo con quienes empiezan a proponer valores diferentes”

OPINIÓN. Charlas con Nadie

Por Manuel Camas
. Abogado

07/02/23.
Opinión. El conocido abogado Manuel Camas escribe su colaboración para EL OBSERVADOR / www.revistaelobservador.com sobre el trabajo, la juventud y los cambios: “Estos días hablaba sobre estas cuestiones, me imponía intentar no juzgar si sus posiciones son mejores o peores que las nuestras, las mías, en relación con el futuro, con el lugar que ocupa en la vida el esfuerzo en el trabajo, los...

...horarios, la permanencia, la perseverancia frente al cambio conceptuado como valor enriquecedor, etc”.

Jóvenes

A menudo vemos decadencia en transformaciones que son un salto adelante. Se trata del subtítulo de un artículo en El País (5 de febrero) de Kiko Llaneras, que lleva por delante un título igualmente llamativo: <La generación Z quiere salir temprano del trabajo. Y eso también es progreso>.


Parte de mi trabajo, cada vez una porción mayor y más importante, debe ser estar con los jóvenes, para que esa convivencia sea fructífera necesito entender la transformación que traen y los cambios que proponen.

Estos días hablaba sobre estas cuestiones, me imponía intentar no juzgar si sus posiciones son mejores o peores que las nuestras, las mías, en relación con el futuro, con el lugar que ocupa en la vida el esfuerzo en el trabajo, los horarios, la permanencia, la perseverancia frente al cambio conceptuado como valor enriquecedor, etc.

Me esfuerzo en aceptar simplemente que tienen posiciones diferentes respecto de muchas cuestiones y no quiero renunciar a pensar que muchas de ellas son, como dice ese artículo, un salto adelante.

No quiero ser como los antiguos:

<La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto. Contradicen a sus padres, fanfarronean en la sociedad, devoran en la mesa los postres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros>.

La cita dicen que corresponde a Sócrates, hace 2.500 años pues ya se decían esas cosas; citas muy similares podemos encontrarlas de Platón, Aristóteles, o en la Antigua Roma que hablan de esos melenudos.


Las generaciones se critican entre ellas, la anterior ve como un peligro a la siguiente, nos cuesta ceder el testigo, sobre todo nos cuesta aportar formando equipo con quienes empiezan a proponer valores diferentes.

El artículo de Llaneras se sumaba a otro leído el día anterior en el mismo diario, la Sección Trabajo, dentro de las páginas dedicadas a Economía y Negocios. <el que prueba no cambia: empleados (y empresarios) encantados con la jornada de cuatro días>.

Comentándolo por WhatsApp me permitía decir que es una opción de mejora del salario, sin coste económico para la empresa si se mantiene o mejora la productividad.

Nos dirigimos a alta velocidad hacia un mundo donde las máquinas, comunicadas entre ellas y asistidas por inteligencia artificial, van a hacer que la necesidad de aportar trabajo por parte de los seres humanos sea mucho menor. Nos aferramos a la idea de que habrá otros empleos que sustituyan a los que desaparezcan, ya pasó en cada revolución industrial, pero probablemente estemos desconsiderando lo que supone la inteligencia artificial, en el fondo nos da miedo porque realmente no queremos enfrentarnos a la cuestión mayor, la moneda de cambio que ha supuesto el trabajo físico en la economía puede perder su valor.

Puede que quede obsoleto lo de ganarse el pan con el sudor de la frente, o pensar que entre nosotros siempre habrá pobres, e posible imaginar un mundo donde el trabajo no sea un castigo, donde no haya pobres.

Tenemos que comenzar a pensar seriamente en cómo distribuir la riqueza sin que el elemento principal del reparto sea el valor del trabajo. El planteamiento no solamente genera problemas económicos, sino también morales, culturales, filosóficos, para muchos pondrá en cuestión el para qué existimos, porque ahora existimos para trabajar.

Pero volvamos al término jóvenes, nada más enfrentarme a él, como título que justifica esta charla de hoy con Nadie, me llama la atención que me facilita el lenguaje inclusivo, me gusta pensar que es una característica de la nueva generación, que debe ser más igualitaria en la relación entre hombres y mujeres.

La palabra joven es un adjetivo usado también como sustantivo: las jóvenes, los jóvenes. Poner el femenino delante también es un gesto consciente, una llamada de atención sobre la desigualad entre mujeres y hombres que, al fin y al cabo, es el objetivo mayor de un uso del lenguaje que intenta simplemente que tomemos conciencia de esa cuestión mayúscula, que nos ayude a romper estructuras de poder milenarias y que, es verdad, nos exigen un uso del lenguaje a veces más complicado si no queremos que resulte cansado, mal sonante, farragoso, poco ágil y tedioso. Merece la pena intentarlo, con cuidado, sin caer en la exageración, para que el medio no acabe perjudicando el fin haciéndolo antipático, encontrando fórmulas que respeten a su vez el enorme valor de la lengua.

Leo que Mario Vargas Llosa, maestro indiscutible de la lengua, lucha contra el uso de los adjetivos, hay que quedarse con los sustantivos predica, así que perdón por el desliz don Mario, aunque cuánto me gusta cómo escribe, y reconozco qué poco me gusta cómo piensa, pero permítanme recomendar su ensayo <La orgía perpetua. Flaubert y “Madame Bovary”>.

Hablando de la juventud, un buen amigo me recordaba sus tiempos de mili;  para que los jóvenes lo entiendan, era obligatorio dedicar como mínimo un año a adiestrarse como soldado, a realizar el servicio militar, la mili,  afectaba al cien por cien de la población joven masculina. Mi amigo rememoraba que los tuvieron dos semanas sin lavarse, con un litro de agua al día para beber, dando tumbos por el desierto de Almería durante quince días, lavando los platos con la propia tierra. No pude dejar de llorar por dentro pensando en tantos jóvenes sufriendo la guerra, miedo, dolor, suciedad, sufrimiento sin límite, en ambos lados de las fronteras rotas de Ucrania.

Y eso me lleva a los <inocentes> globos chinos, y a cómo el poder en el Mundo se incomoda buscando su lugar en esta nueva realidad que vislumbramos, pero cuyos contornos todavía no precisamos. Una de las características de los jóvenes es que ven mejor, también de lejos, por eso probablemente son más capaces que los menos jóvenes de intuir hacia dónde van las cosas.

Puede ver aquí anteriores artículos de Manuel Camas